lunes, 31 de octubre de 2016

Rusia, la taiga.


Dejamos la ciudad universitaria de Tomsk y la carretera con sus murallas de coníferas a ambos lados se dirige a Novosibirsk.




Novosibirsk es una ciudad moderna y la más grande de Siberia, con un millón y medio de habitantes, cruzada por el rio Ob. Sus únicos atractivos, según nuestra guía, son sus pub y su vida nocturna, así que la bordeamos sin acercarnos a ella.





Desde esta ciudad las llanuras siberianas ocupan miles de kilómetros en cualquier dirección. Muchos de ellos ocupados por grandes cultivos de cereales.








Novecientos kilómetros después de inalterable paisaje desde Tomsk, llegamos a Omsk, otra gran urbe de un millón doscientos mil habitantes que bordeamos por el sur.





A 55 km al sureste de la ciudad se encuentra el monasterio Archairsky, construido en 1905. (N54 40 06.2 E73 49 03.6)





Destruido y convertido en gulag en 1930, mas de 200.000 personas murieron o fueron ejecutadas en el.





El amplio recinto alberga una fuente con poderes curativos y varias capillas.








Las carreteras, como viene siendo habitual desde que entramos en Rusia, alternan tramos de distintos asfaltos de regular a muy malos, con continuas obras.





Estamos a mediados de julio y aunque no es el verano del Mediterráneo, por todos lados encontramos familias bañándose en improvisadas playas a orillas de lagos y ríos.





A menudo medio ocultas por la exuberante maleza aparecen pueblos de aspecto pobre y aldeas que parecen deshabitadas.





En Siberia todas las distancias son enormes. Otros 700 km. desde Omsk, nos llevan hasta Tobolsk.





Una pequeña ciudad de cien mil habitantes y para nosotros la más interesante de Siberia.( Buen aparcamiento junto al Kremlin N58 12 03.0 E68 15 24.4)








Tobolsk fue una de las antiguas capitales de Siberia y conserva en perfecto estado su kremlin del siglo XVIII, aunque sus primeras construcciones datan de 1587.











En su interior sobresalen las catedrales de Santa Sofía de 1686 y de la Intersección de 1746.








Como es habitual las iglesias ortodoxas, están ricamente decoradas y pintadas.








Algunos edificios del Kermlin se han convertido en museos que cuentan la historia de la ciudad.










Una de las salas está dedicada a los trabajos de artesanía hecha con el marfil de los colmillos de mamut.





Las normas de decoro son tan estrictas para acceder a algunas iglesias, que las mujeres tienen que cubrirse la cabeza y algunas veces hasta los pantalones.





Días enteros la carretera discurre viendo pasar bosques húmedos y umbríos de la taiga. En primavera, con el deshielo, se inunda hasta crear una tupida maraña de ríos y riachuelos, salpicada de tierras pantanosas.








Ekaterimburgo, con un millón trescientos mil habitantes, es recordada por ser la ciudad donde fue asesinado el Zar Nicolas II y toda su familia en 1918. El sótano donde fueron ejecutados fue destruido por Boris Yetlsin porque se estaba convirtiendo en un lugar de peregrinaje  para los simpatizantes monárquicos.





En todas las ciudades rusas, por muy pequeñas que sean, tienen un monumento en recuerdo a los caídos en la II Guerra Mundial. En esta ciudad ocupa un amplio parque a las afueras.








Continuando hacia el este cruzamos los montes Urales, que separan Asia de Europa, y aunque se extienden varios miles de kilómetros de norte a sur, los cruzamos casi sin darnos cuenta por su reducida altura. El punto más alto que se asciende por la carretera es de 430 m.





La monótona conducción solo se ve alterada con el paso de los numerosos ríos.





Como ya hemos dicho, la travesía de Siberia tiene muy pocos puntos de interés. En el pueblo de Kungur, su cueva de hielo es una de las pocas atracciones que encontramos en el camino. (N57 26 27.3 E57 00 21.1)








Su visita no es muy interesante, porque solo hay una zona con hielo y es más la iluminación de colores que lo bonito de la cueva. Además toda la explicación que da el guía obligatorio, es en ruso.











Desde Kungur nos dirigimos hacia el norte por una carretera comarcal, buscando el famoso gulag Perm-36, cerca de Chusovoy. (N58 15 47.6 E57 25 51.2)





Con el deshielo que se produce en la primavera y la explosión de vida que surge en este tiempo, los insectos invaden el campo, mosquitos, moscas, tábanos…hacen difícil trabajar en el sin una completa protección.





Perm-36 fue uno de los miles de campos de trabajo para prisioneros políticos o en otras palabras disidentes al régimen.








Hoy se ha convertido en museo en memoria de las víctimas de la represión política.








Aunque su restauración deja mucho que desear todavía se puede apreciar parte de las cinco alambradas y vallas que rodeaban el campo, algunas de ellas electrificadas.





 Este campo permaneció abierto desde 1946 a 1988 y en el estuvieron recluidos artistas, científicos e intelectuales, trabajando en la tala de árboles.











Algunas viejas fotos muestran la dureza en la que se desarrollaban esos trabajos, condiciones climatológicas extremas, escasa alimentación y solo tenían derecho a una visita al año.








Aquella noche acampamos a las orillas del rio Chusovaya y al fondo podíamos ver el Perm-36. Este rio era utilizado para el transporte de los troncos de árboles.








En numerosas ocasiones nos cruzamos con los camiones rusos Kamaz 6X6 mejor adaptados que los 4X4 a las difíciles condiciones del terreno de la taiga y la tundra.





También son utilizados como vivienda en los crudos inviernos cuando desempeñan trabajos.





Miles de kilómetros la taiga sigue imperturbable a nuestro lado, campos anegados de agua, pantanosos bosques, invadidos por pequeños insectos, que los hacen inhabitables, incluso para los animales.











Mapas del recorrido.








Filopensamientos y otras cosas……………

La taiga forma parte de la masa boreal más vasta que existe en la tierra y se extiende desde el mas Báltico al océano Pacifico, imprimiendo su carácter a toda Siberia.

La taiga llena los ojos del viajero pues, exceptuando algunos campos de cereales y praderas donde pasta el ganado, se extiende por todas partes hasta cubrir el horizonte.

Impenetrables bosques de abetos, alerces y sobretodo abedules blancos nos rodean, tierras pantanosas donde el agua domina la tierra y ríos que parecen mares hacen infranqueable el paso mas allá de sus límites y aunque estemos rodeados de naturaleza, esta es tan salvaje que no deja ni un pequeño resquicio para disfrutar de ella, convirtiendo nuestro paso por Siberia en un aburrido transcurrir de días y kilómetros.