domingo, 4 de septiembre de 2016

Mongolia, el lago Khovsgol y el rio Selenge.


Desde el pequeño lago Erkhel, donde pasamos la noche continuamos hacia el norte y 65 km. después llegamos a Khatgal, el pueblo que se asienta en la ribera sur del lago Khovsgol.







Es el segundo lago más grande de Mongolia con 140 km. de largo por 30 km. de ancho. Un ferry une aleatoriamente Khatgal con la población del norte Khankh. Nosotros llegamos a finales de mayo y todavía la superficie del lago permanecía helada.







El lago Khovsgol y sus riberas conforman un Parque Nacional, situado al norte del país junto a la frontera con Rusia.







Una pista muy rizada nos conduce entre montañas a la orilla oeste del lago.







Después de conocer la solitaria y autentica Mongolia, nos decepciona un poco este parque natural y aunque los turistas todavía no han llegado hay una frenética actividad montando, adecuando y mejorando los múltiples campamentos que darán acogida a los numerosos visitantes estivales.










A pesar de todo, la belleza del paraje es incuestionable, a este lago se le conoce como la perla azul de Mongolia.










Aqui nace el rio Egiin, afluente del Selenge que desemboca en el Lago Baikal. De tal forma que quedan comunicados los dos lagos.




Dejamos el lago y volvemos sobre nuestros pasos hacia Mörön y Tosontsengel, donde nos desviamos por una pista hacia el rio Selenge.










El Selenge es el rio más largo de Mongolia. Junto a él acampamos unos días dedicándonos a recorrer su ribera donde conocimos algunas familias mongolas. (N 49º 15’ 47.6’’ E 100º 46’ 34.7’’)










Nuestro simpático vecino nos invita a una taza de yogur, que sorprendentemente está muy bueno.




La distribución interior del ger se repite siempre igual. Entrando, en el centro está la cocina estufa, a la derecha es el lugar de la familia con los enseres de cocina y la cama del matrimonio. A la izquierda  los invitados y las camas de los hijos. En el centro al fondo se encuentran los únicos sencillos muebles con las fotos de la familia y un pequeño altar con sus divinidades, casi siempre tienen una foto de Gengis Kan y del Dalai Lama.




Durante el tiempo que permanecimos en este idílico rincón nuestros amigos siempre tenían algo para ofrecernos. En esta ocasión probamos su duro y acido queso salado.




Estamos a finales de mayo y están preparando el ger de verano, más liviano con una sola capa de fieltro. Con el se trasladaran a una zona de mejor pasto para el ganado.




 A unos kilómetros de aquí una estrecha y empinada pista nos conduce a lo alto de las montañas, donde en la lejanía se juntan los ríos Delgermoron, Bugsein e Ider que dan origen al largo y caudaloso Selenge.










Esta vez acampamos en lo alto de un cerro desde donde dominamos un vasto paisaje de las montañas que nos rodean. Un buen lugar para hacer senderismo.




Cerca encontramos algunos enterramientos, solo identificados en la pradera por la presencia de una piedra grabada con un sol naciente.




Nos parece muy extraño encontrar dos calaveras humanas, sobretodo porque los mongoles son sumamente respetuosos con sus enterramientos y nunca los profanan. Prueba de ello es que aunque se tienen ciertos indicios del lugar de la tumba de Gengis Kan nunca han querido excavarla.




Nuestros días en Mongolia están llegando a su fin y tenemos que poner rumbo hacia la frontera del norte.







La globalización también está llegando hasta los rincones más apartados. Como muestra, este joven pastor subido en su caballo y con el teléfono móvil en la mano. Quizás sea el principio del fin de estos legendarios nómadas.




El rio Selenge nos sigue acompañando. Parece que va a ser un buen verano pues las lluvias ya comienzan.







Las majestuosas águilas casi siempre están presentes en el cielo estepario.




Ha comenzado la trashumancia y los pastores trasladan sus rebaños a las zonas altas en busca de la hierba más fresca.







Hacia el este la carretera y el rio Selenge continúan paralelos, aquí junto al pueblo Khutag-Undur.




A 60 km. al oeste de Bulgan se encuentra el volcán extinguido Uran Uul. Un buen pretexto para andar unas horas y deleitarnos con esos paisajes inmensos que tanto echaremos de menos. (N 48º 59’ 53.2’’ E 102º 44’ 43.9’’)







Lloviznaba cuando iniciamos el ascenso al volcán. En la cumbre se dibuja un perfecto cráter y en lo más alto un ovoo chamanico confirma lo especial del lugar.










El día gris intensifica los distintos tonos de verdes de las praderas y la primavera, con sus pequeñas florecillas da color a los valles.










A 20 km. al sur de Bulgan y justo al norte del pueblo de Orkhon se encuentra un enterramiento neolítico con piedras grabadas. (N 48º 38’ 31.1’’ E 103º 32’ 48.4’’)







Seguimos hacia la frontera rusa pasando por Erdenet y Darkhan. Con tristeza contemplamos las últimas manadas de caballos semisalvajes de los que ha dependido la existencia mongola desde tiempos inmemoriales.




Todavía el paisaje nos depara una última estampa curiosa con este blanco lago salado del que extraen sal.







En la frontera de nuevo nos topamos con la burocracia y el exceso de papeleo por parte de los funcionarios rusos, que en su minucioso cumplimiento del deber nos retienen más de 6 horas para poder pasar.




Si Namibia represento lo mejor de África, Mongolia lo es de Asia.
Mis ojos están llenos de horizonte y mis noches nunca las alumbraron tantas estrellas.
La vasta estepa poblada de animales y salpicada de ger dominada por los ovos que ondean al viento sus oraciones.




Mapas del recorrido.










Filopensamientos y otras cosas……..

Debido a la abundancia de ganado los mongoles consumen gran cantidad de derivados lácteos. Estos forman, junto con la carne uno de los pilares de su alimentación.

Los más característicos son: el queso o aaruul, duro como una piedra y que se seca en el toldo de la tienda; la mantequilla de gusto fuerte; el yogur o kéfir; y la smetana, una crema de leche que acompaña a las comidas.

Con la mantequilla se elabora el te salado, más parecido a un caldo hipercalórico y reconfortante que la típica infusión. Es muy similar al te tibetano y se ofrece a los visitantes acompañado de un pedazo de aaruul o kéfir.


El airak es leche fermentada de yegua y el licor más tradicional entre los mongoles. Su gusto es ligeramente acido y picante, y aunque solo tiene un 3% de alcohol, muchos lo destilan para obtener una bebida más fuerte, el Shimiin arkhi, cuyo contenido alcohólico ya es del 12%. Los hombres suelen consumirlo en grandes cantidades.

1 comentario:

  1. Me incorporo una vez mas a vuestro viaje por tierras de Asia Central.
    Coincido con vosotros en que lo mejor de África es Namibia, la cual he visitado en dos ocasiones, y espero que mi próximo viaje de este año a Kirguistan me depare algo parecido a lo que vosotros habéis sentido en Mongolia.
    Sigo deseando que tengáis buen camino. Hasta la vista.
    Un seguidor desde Madrid.

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