jueves, 31 de diciembre de 2015

Laos, la cueva Kong Lor.


Desde Luang Prabang volvemos hacia el sur por una nueva ruta, nuestra intención es continuar hacia Vietnam y Camboya.




El norte de Laos con una altitud media de 1000 m. es ideal para viajar en cualquier época del año con su clima notablemente más fresco que el resto del país.







Estamos a primeros de septiembre en y por lo tanto en época de lluvias, ya que el monzón aquí se extiende desde mayo hasta finales de este mes.







La carretera transcurre por unos paisajes de extraordinaria belleza, cruzando pequeñas y primitivas  aldeas. La exuberante vegetación, de un verde intenso, cubre desde los profundos valles hasta las altas montañas.







En algún momento del día el monzón descarga con fuerza una torrencial lluvia, que poco a poco da paso a un radiante sol.




Estábamos desayunando, después de  pasar la noche en una de estas aldeas, cuando nos tocan a la puerta dos brasileños que andan recorriendo el sureste asiático en unas pequeñas, pero resistentes motos que han comprado en Tailandia para este viaje. Dos auténticos viajeros,  Joäo Coelho e Indio Mauricio, con los que quedamos para vernos en Brasil.




A unos 270 km. al sureste de Luang Prabang llegamos a Phonsavan y en sus inmediaciones se encuentra la conocida Llanura de las jarras.




Son varios los yacimientos de estas curiosas jarras de piedra, nosotros visitamos el de Thong Hai Hin. Estos hallazgos desconciertan a los arqueólogos divididos entre la teoría de urnas funerarias y almacenes de grano o vino.(N 19º 25’ 31.6’’ E 103º 09’ 32.5’’)




Están hechas con diferentes tipos de piedra local y su altura oscila entre los 50 cm. Y los 3 m. se han descubierto también restos humanos y de ofrendas funerarias de unos 2500 años de antigüedad.




En la actualidad estos yacimientos se pueden visitar gracias a que han sido limpiados de minas. Todavía se pueden apreciar los enormes cráteres ocasionados por las bombas de la última guerra con Vietnam.




Aunque llueve prácticamente todo el año, los meses del monzón son los de mayores precipitaciones. Algunas veces con especial virulencia que causan desprendimientos sobre la carretera.







Quizás, para los mediterráneos del sur, acostumbrados a la sequedad de nuestros montes, estos campos de arroz donde el verde se extiende como un manto a todo nuestro alrededor, nos llamen tanto la atención.







Con uno de estos pequeños ríos, solucionaríamos el problema de agua de nuestra región.




En el pueblo de Khoun, a unos 30 km. de la Llanura de las jarras quedan los restos de un buda sentado que data de 1564.




Las casas en las áreas rurales, tienen estructuras de madera y bambú y se construyen sobre pilotes para protegerlas de las inundaciones.




Suelen tener dos plantas y el espacio habitable se divide en dos partes, una para dormir y otra para cocinar. La planta superior se destina al almacenaje y el espacio que hay debajo de la casa se usa para guardar el ganado. El tejado es lo que más ha evolucionado pasando de la paja a las tejas y a la chapa ondulada.







Las frecuentes lluvias y un sol radiante dan lugar a una exuberante vegetación. Los ríos no son de aguas claras y cristalinas, están tintados de marrón y ocre de las tierras que arrastran a su paso.







El combustible que se emplea en un país nos da una idea de su desarrollo, aquí todavía se sigue utilizando mayoritariamente el carbón. A lo largo de nuestra ruta vemos numerosas carboneras que transforman, después de una lenta y pobre combustión, la madera en carbón.




Dejamos la nacional 8 desviándonos hacia Kong Lor (N 18º 10’ 29.4’’ E 104º 30’ 33.4’’). Por una estrecha carretera comarcal cruzamos algunos puentes de madera de dudosa resistencia.







Ahora nos adentramos por un valle de fértiles campos de arroz, donde el horizonte está limitado por altas montañas de piedra caliza con jirones de niebla prendidos en ellas.







El pequeño pueblo de Kong Lor se halla al final del valle, allí donde las montañas lo cierran y termina la carretera.




Aquí se encuentra el pequeño parque de la cueva de Kong Lor.










La visita a esta magnífica creación de la naturaleza es el punto culminante de cualquier viaje a las montañas cársticas del centro de Laos.







A esta espectacular cueva no se entra a pie, sino en barca a motor remontando el rio Hin Boun.







No tengo palabras para describir lo que sentimos cuando a escasos metros de la boca, una oscuridad absoluta nos envuelve. Nuestro barquero pilota la canoa con extraordinaria destreza, el rio zigzaguea por un túnel natural y solo de vez en cuando una diminuta señal fosforescente confirma que estamos en la ruta. Dos kilómetros después nos desembarca en una playa en el interior de la cueva que está parcialmente iluminado.







Seguimos a pie un kilometro por este mundo de fantasía mientras nuestra canoa remonta un pequeño rápido.







Continuamos nuestra fascinante excursión por el interior de la tierra. Nuestras frontales iluminan tenuemente las cercanas paredes del túnel y otras veces sus haces luminosos se pierden en las gigantescas bóvedas. Cuatro kilómetros después la luz se hace al final del túnel.




Entramos en un valle oculto al otro lado de esta cadena montañosa.







Andando visitamos una pequeña aldea que por su recóndita posición permanece mas anclada en el pasado.










Retomamos nuestro recorrido fluvial. Las dimensiones de esta cueva son tan gigantescas que una larga hora nos lleva la vuelta al embarcadero.







Al caer la tarde, cuando la temperatura es más suave, la gente del pueblo acude al rio a bañarse, pescar, pasear…..










Y como en casi todo el mundo, los niños corren detrás de un balón de futbol. Aquí con la dificultad de que está lloviendo, el campo esta embarrado y lo más difícil es mantener el equilibrio.




Abandonamos con tristeza este tranquilo y hermoso valle.




Mapas del recorrido.







Filopensamientos y otras cosas…………

En el anterior filopensamientos contábamos el robo sufrido en Vientan, la capital de Laos y no queremos que nadie piense que este país es peligroso. Los laosianos son gente tranquila y honesta, el peligro lo tienen las grandes ciudades, donde atraídos por el canto de sirenas de una vida más cómoda y placentera abandonan los campos de arroz y la vida rural y vienen a probar fortuna a la gran ciudad. Muchos de ellos sin preparación ni estudios, se ven avocados al robo como única forma de ganarse la vida.

No me gustan las grandes ciudades, ese enorme amasijo de cemento y asfalto, no me gustan sus grandes autopistas y avenidas donde continuamente circulan miles, millones de vehículos, no me gusta su polución, no me gustan sus gentes ni sus roles, pululando cual frenético hormiguero sin hablar, sin ni siquiera mirarse, no me gustan las luces de neón ni los semáforos, ni sus limitados parques, ni sus centros comerciales ni sus barrios marginales ni residenciales, no me gustan los gimnasios ni las piscinas cubiertas………..

En esas ciudades me siento atrapado, perdido y confuso. Necesito los grandes espacios allí donde el horizonte se junta con el cielo y los primeros y últimos rayos de sol constituyen un milagro diario.

Me gustan los valles, los ríos, las montañas, los lagos, el desierto, la tundra, los bosques, la selva, el mar, las playas………..

Me gusta sentir el viento en la cara, la lluvia sobre mi cuerpo, me gusta dormir contemplando la inmensidad del cosmos.


Me gustan las aldeas y pueblecitos donde la gente te saluda y te habla, aun sin entender tu lengua.