martes, 28 de julio de 2015

India, los templos de piedra de Jageshwar.


Después de pasar las navidades en España, regresamos en febrero a Delhi. Empezamos con la puesta a punto del camión, cambio de filtros y aceites, engrase….




En la campa de los Bathia Brothers, donde dejamos el camión, tienen un mecánico que nos ayuda a reparar una pérdida de aceite en un buje trasero y a cambiar un latiguillo del hidráulico de elevación de la cabina.







El día que dejamos Faridabad rumbo a las montañas del norte, descargo una tormenta que inundo las calles de la ciudad, convirtiéndola en un lodazal.




Salimos dirección este, buscando el camino más corto y nos metimos en un laberinto de pueblos, carreteras cortadas y sin asfaltar, que nos reafirmo en nuestra idea que la India no es un país para viajeros.







Camino de Moradabad, cruzamos el rio Ganges, que con sus 2525 km. se desliza desde la cordillera del Himalaya al golfo de Bengala. Pero este rio, es ante todo, la principal arteria espiritual y religiosa de la India, considerado sagrado por millones de hinduistas.




En esta ciudad nos desviamos hacia el norte, por la carretera de Nainital, con intención de subir a las montañas para ver los templos de piedra.




Por esta zona son numerosos los ríos que desde las montañas del Himalaya fertilizan arrozales y campos de cultivo.




Subiendo hacia las montañas nos encontramos algunos templos hinduistas.




Qué difícil es para nosotros entender esta religión donde las divinidades pueden ser monos, elefantes…o diosas con múltiples brazos.







El hinduismo no posee fundador, es un conjunto de creencias metafísicas, religiosas, cultos, costumbres y rituales que conforman una tradición en la que no existen ni ordenes sacerdotales ni una organización central.







Al principio la carretera, aunque estrecha sorprendentemente esta en buen estado.




Pensábamos que en las montañas, la densidad demográfica disminuiría, pero vemos que en este país  es imposible. Se suceden poblaciones continuamente que ocupan ambas orillas de la carretera.







En estos pequeños pueblos nos encontramos más cerca de sus gentes y sus costumbres.







Para el hombre indio, el turbante es el accesorio más importante de su vestimenta. Antes que una moda, su estilo y color indica el nivel social, credo, casta y procedencia regional de quien lo porta.




Seguimos hacia el norte por Almora, en una carretera estrecha y bacheada de curvas sin fin.







Es difícil encontrar un lugar donde aparcar para pasar la noche. En dos semanas, este fue el único lugar apartado que encontramos en la ruta.




En las paredes de roca, detrás del camión, había unas pinturas rupestres.




A 34 km. al este del Almora, llegamos a los templos de piedra. Un importante punto religioso que alberga un impresionante complejo de más de 100 magníficos templos de piedra labrada.







El primero en nuestra ruta es el de Dandeshwar.







Este templo está orientado hacia el este y dedicado al Dios Shiva, fue construido entre los siglos IX y X.




Una estrecha y serpenteante carretera, flanqueada por viejos abetos, nos lleva al pueblo de Jageshwar.







Situado a una altitud de 1870 m. y en el valle del rio Jataganga, es un santuario muy importante de peregrinación hindú.










La arquitectura de los templos pertenece al estilo Nagara, caracterizado por una aguja curva coronado por una almalaka (culminación) y una corona kalasha.










Todo un día andando en una bonita excursión, nos llevo subir desde Jageshwar al antiguo templo de Naini, en lo alto de la montaña.










Esta dura subida se hace por dos motivos, para visitar este templo y para poder divisar la cordillera del Himalaya. Pero no tuvimos suerte, las nubes no nos dejaron ver con nitidez las montañas nevadas.




Dejamos los templos de piedra y la montaña, y comenzamos el descenso entre campos de cultivo y apretados pueblos.







La carretera sigue igual de estrecha y tortuosa, sufriendo cada vez que nos cruzamos con los muchos camiones que hacen esta ruta. Han sido muchos días y muchos kilómetros y dudamos si ha merecido la pena.







El hinduismo cree en la reencarnación por lo que la muerte, lejos de ser motivo de tristeza lo debe ser de alegría ya que es la puerta a una nueva vida. Y la mejor manera de entrar en esa nueva vida es con la pureza que da la incineración.




El último día en las montañas fue con una fuerte lluvia y niebla, que empeoro las condiciones de la carretera.







Después de dos semanas metidos en una curva sin fin, descendemos hasta llegar al pequeño pueblo de Banbasa, último de la India en nuestra ruta hacia Nepal.




El rio Sarda con su presa, forma la frontera de estas dos naciones.







El paso es tan estrecho, que la gente se tiene que proteger en los huecos para dejarnos pasar.




Al otro lado del rio pasamos el último control indio.




Mapas del recorrido.








Filopensamientos y otras cosas……….

A lo largo de nuestra ruta nos vamos encontrado con viajeros, que al igual que nosotros piensan que la India, no es un país idóneo para este tipo de viajes.

Su densidad demográfica te asfixia y no hay momento ni lugar, donde sentirse a solas.
La mayoría de los millones de vehículos que circulan a  diario, tienen tantos años y tantos kilómetros, que de sus tubos de escape sale una humareda negra que hace irrespirable el aire. Que a su vez levanta continuas polvaredas de tierra.

Pero quizás la más molesta de sus contaminaciones sea la acústica, desde el amanecer hasta bien entrada la noche, el estruendo de todo tipo de claxon no da respiro a los oídos.

La suciedad se acumula por los rincones en improvisados vertederos de donde emana un olor acido que se mezcla con el de los orines de los miles de personas que viven en la calle.