lunes, 15 de junio de 2015

India, el Punjab.


Entramos en India a principio de noviembre. En la frontera chocamos con su burocracia,  lenta y llena de papeleo, firmas y sellos. Además como venimos de su eterno enemigo, nos hacen un registro exhaustivo.




A 30 km. de la frontera se encuentra Amritsar, que siendo una ciudad relativamente pequeña en la India, tiene un millón y medio de habitantes. Llegar hasta el centro con el camión, sorteando mercados y calles repletas de vehículos es toda una aventura.




Esta ciudad es el centro espiritual del sijismo.







El templo dorado es el santuario más sagrado de la comunidad sij. Es por si una ciudad dentro de otra y a él se accede por 18 puertas fortificadas. Es obligatorio descalzarse y cubrirse la cabeza.







Fue construido entre 1589 y 1601 y se eleva como una magnifica síntesis de la arquitectura musulmana e hindú. Es un recinto cuadrado con un estanque central donde se bañan y se bautizan los sijs.




En el centro del estanque se alza el templo Harmandir Sahib, donde se encuentra el libro santo. Esta construcción, hecha en mármol blanco y revestida de oro, da nombre a este santuario.







La visita no se considera completa si no se come en el Guru ka Lagar, un comedor gratuito donde se sirve un plato de lentejas y pan.







Regentado por voluntarios, el comedor puede alimentar hasta 10.000 personas al día. El enorme recinto, con capacidad para 3000 personas es a su vez símbolo de la sociedad igualitaria, libre de castas, por la que tanto lucharon los gurus.




Coincidimos con la celebración del Diwali, las casas se iluminan con lámparas de aceite y se tiran petardos, en conmemoración del regreso de Rama a Ayodhya tras 14 años de exilio. Nos insistieron mucho para que nos quedáramos y visitáramos el templo por la noche. Fue un sorprendente espectáculo.










Lo que más llama la atención al transitar por la India es la multitud que siempre te rodea, esos 1300 millones de personas que todos los días se echan a la calle.




Como consecuencia de todo este gentío, la basura se acumula por todas partes, en improvisados basureros donde las personas de más baja casta y los animales recogen su alimento.







A solo a 80 km. de Amritsar nos encontramos con otro templo de los sijs cruzando Jalandar, más pequeño en proporción pero de igual belleza.










Las carreteras son estrechas y no siempre están en buen estado, pero invariablemente siempre están atestadas de vehículos.







Algunos tan voluminosos como este tractor que transporta paja.




Otras veces son los animales los que invaden el asfalto.







Pocas poblaciones tienen circunvalación y nos vemos obligados a cruzarlas por el centro, lo que hace de la conducción un ejercicio de malabarismo en estas estrechas y atestadas calles.







En esta región el dromedario es utilizado para el transporte, curiosamente tatuado.




Entrando en la ciudad de Patiala encontramos elefantes utilizados como reclamo turístico.







Patiala, situada entre los ríos Satluj y Ghaggar, fue un estado principesco cuyos reyes convirtieron su nombre en sinónimo de grandeza.







El Old Moti Bagh Palace es un gigantesco palacio de estilo indo sarraceno, una de las residencias más grandes de Asia.




El salón de audiencias públicas está construido con piedra de arenisca roja y mármol.







Como siempre, la zona del harem resalta por su belleza y sus cuidados jardines.




Largos pasillos que conforman un laberinto recorren todo el palacio.




En la entrada se encuentran numerosos jardines y canales de agua de estilo mongol.




Nos quedamos a dormir junto al estanque viendo el palacio iluminado por la noche.




Como hemos visto en otras partes del mundo, la contemplación aérea del amanecer silencioso en globo, tiene un fuerte atractivo turístico.







Mapas del recorrido.







Filopensamientos y otras cosas…………………………

El templo dorado de Amritsar es el centro espiritual del sijismo, en el se guarda su más venerada reliquia, su libro santo, que descansa en el Durbar Sahib, bajo un baldaquino incrustado de joyas.

Con sus singulares turbantes y largas barbas, los sijs resultan fácilmente identificables. La religión sij es una fe reformista que fundó en el siglo XV el gurú Nanak. Contraria a la adoracion de imágenes, a los rituales y al sistema de castas, cree en un Dios sin forma.

Sus miembros son como una hermandad militar y deben exhibir siempre los cinco símbolos del Khalsa: pelo largo, calzones, daga, peineta y brazalete.