martes, 14 de octubre de 2014

A 4.670 m. en el Pamir.


Llegamos al pequeño pueblo de Bulunkul en la meseta del Pamir. Estamos a primeros de julio y hace frio, ¿Cómo será vivir aquí en lo más crudo del invierno?










Desde  allí siguiendo la pista unos seis km. llegamos al lago Yashilkul. Aunque el paraje es totalmente desértico, los colores de sus montañas que contrastan con el azul de sus aguas crean un entorno de una singular belleza. Sus dimensiones son tan colosales que casi hacen desaparecer al camión.







Como esa noche nuestras amigas se quedan a dormir en el camión, montamos la tienda de campaña para que Evaristo deje mas intimidad y espacio a las mujeres.







Al día siguiente en el desayuno todos comentamos la mala noche pasada con dolor de cabeza y malestar general, era el mal de altura que empezaba a afectarnos. (A 4000 m. hay un 38% menos de oxigeno) Con unas aspirinas conseguimos contrarrestar sus efectos. Salvo Mercedes que necesito un poco más de tiempo.




Qué difícil es abandonar estos lugares de inmensa soledad que tanto nos atraen.







Atrás dejamos el pueblo de Bulunkul envueltos en este desolador entorno. Sus montañas peladas y pintadas de extraños colores nos atraen y nos atemorizan con la misma intensidad.




Este extraño paraje lunar de vez en cuando se ve embellecido por pequeños lagos salados y jirones de nieve en lo alto de las montañas.




Seguimos por el plateau del Pamir que se mantiene entre los 3800 y los 4200 m. de altitud.







Las llanuras del rio Alichur son las más fértiles de la región albergando al pueblo del mismo nombre. Durante el verano las yurtas Kyrgyz se asientan en estas verdes praderas.







La elevada altitud solo deja crecer pequeñas hierbas con las que se alimentan los rebaños que suben a estas tierras en el corto verano.




Conociendo la hospitalidad de los Tajiks,  paramos a tomar un té con una familia que criaban yaks.







De estos animales tan bien adaptados al medio depende la subsistencia de las gentes que habitan estas tierras. La base de su alimentación es la leche y sus derivados, quesos, yogurt…. El combustible, tan necesario para caldear las casas en los duros inviernos,  son las boñigas secas, que arden bien, hacen poco humo y no huelen.







La carretera sigue alternando tramos de tierra y asfalto, aunque estos últimos a veces están peor que la tierra. Seguimos cruzándonos con los enormes camiones chinos, viajan en convoy para ayudarse en esta larga y arriesgada travesía de más de 1700 km. y varias semanas de duración.




Murgab es el último pueblo importante de la ruta del Pamir, donde se encuentra el cruce con la carretera que viene de China. Aprovechamos para hacer algunas compras y acampamos a las afueras.







A partir de aquí el tráfico es muy escaso. La carretera continua ascendiendo rodeada de parajes de una belleza insólita, irreal, como de otro planeta.




Aquel día amaneció encapotado y la temperatura bajo drásticamente, ahora la ruta transita junto a grandes neveros.







En unos kilómetros nos encontramos con un viejo todoterreno averiado en la cuneta. Habían pinchado y no tenían parches. Nos quedamos con ellos hasta arreglar la rueda. El frio en aquellos momentos unido a la ventisca de agua nieve hacia difícil el trabajo.







Cerca del paso del Ak-Baital la pista se va deteriorando y las condiciones atmosféricas se ponen más duras.







Ahora sabemos el porqué del nombre de Ak-Baital , que significa Caballo blanco. Parece que estamos en lo más crudo del invierno y son los primeros días de julio.




La ventisca y la nieve azotaban nuestras caras clavándose como alfileres. Nuestro GPS marca los 4670 m., esta carretera nacional, junto a la del Karakorum, son las más altas del mundo.




El tiempo arriba era demasiado duro e iniciamos rápidamente el descenso.




Poco a poco la nieve va desapareciendo y solo algunos neveros quedan en las zonas de más umbría.




Ahora circulamos muy próximos a la valla que marca  la frontera con China.







Unos 60 km. después del paso Ak-Baital, manteniéndonos todavía en la cota de los 4000 m., llegamos al lago Karakul que le da nombre al pueblo que se asienta junto a su ribera.







Aquí nos reunimos de nuevo con Mercedes e Ines. Su coche perdía agua por alguna rotura del sistema de refrigeración y no podía continuar hacia  Kirguistán.




El lago salado Karakul es el más grande de todo el Pamir, se formo por la caída de un meteorito hace aproximadamente diez millones de años. La mitad del año permanece helado.







Continuamos juntos hasta encontrarnos con otro coche que desde Kirguistán habían mandado para recogerlas.




La última noche en Tayikistán paramos a unos ocho kilómetros del paso fronterizo. La recordaremos por ser la noche más fría pasada en este país. La ventisca era tan fuerte que nos impedía abrir las puertas para bajar de la cabina. En unos minutos todo se cubrió de nieve y a esa hora incierta, entre el día y la noche, nuestro entorno era tan blanco que no se distinguía el horizonte entre el cielo y la tierra.




Por la mañana nos costó encender el butano. La falta de oxigeno y el frio también afectaron a la puesta en marcha del motor, que aunque arranco a la primera empezó fallando en 4 o 5 cilindros que enseguida redondeo. Pasamos los trámites aduaneros sin mayor problema y la policía nos dijo que esa noche el termómetro había descendido hasta los 10º bajo cero.







Mapas del recorrido.







Filopensamientos y otras cosas……….


Íbamos despacio, saboreando este momento que sabíamos especial. Tampoco el motor daba para más, en las ultimas rampas debido a la pobre combustión por la falta de oxigeno a los 4670 m. casi un 42% menos, tuve que poner primera para llegar a lo alto del paso.

Podía ser un lugar como otro cualquiera, un paisaje yermo y estéril, un desierto helado sin vida, donde sentíamos una inmensa soledad.

De nuestro interior emanaban sentimientos contradictorios, miedo por encontrarnos en este paraje tan remoto, frio y desértico, miedo a que pasara algo a nosotros o al camión, pero al mismo tiempo una satisfacción serena y alegre de ser capaces de llevar a cabo este largo viaje, solos y por nuestros propios medios.

Habíamos llegado al techo del mundo.

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