viernes, 21 de marzo de 2014

Egipto, el Desierto Blanco.


Dejamos Farafra y unos kilómetros después el Desierto Blanco se apodera del paisaje.




Miles de montículos de un blanco inmaculado parecen flotar en un mar de arena.







Sus rocas blancas erosionadas al capricho del viento y la arena, semejan enormes champiñones.







Algunas de ellas son verdaderas esculturas.







Es un paisaje muy limpio e inmaculado, al pasar con el camión tienes la sensación de profanar este pulcro desierto.







La carretera desde el oasis de Farafra al de Bahariya  cruza este bello desierto. Hacia el este las formaciones de roca blanca son relativamente pequeñas.







Al otro lado se alzan ciclópeas montañas de talco blanco difíciles de imaginar.







Sus maravillosos atardeceres y aun mejores amaneceres despliegan un colorido que solo la naturaleza es capaz de pintar.







Las agujas blancas se alzan hacia el cielo queriendo pinchar las nubes.







Después de unos días rodeados de esta impresionante naturaleza, nos da mucha pena tener que abandonarla.







Saliendo del desierto blanco se encuentran las montañas de cristal.




Aunque a simple vista no se aprecia, esta montañas son formaciones de cuarzo.




Antes de llegar al oasis de Bahariya se encuentra el desierto negro que lo rodea.




Las dunas de arena se intercalan entre colinas y montañas cubiertas de piedras basálticas.







En Bawati, después de varios días por los desiertos, aprovechamos para comprar provisiones.




Ahora la carretera discurre paralela a una cadena de dunas, de fina arena, donde hacemos un alto para comer.







La autovía de entrada al Cairo es un fiel reflejo del caos circulatorio de esta ciudad.




Hace un par de semanas, el brazo más radical de los Hermanos Musulmanes, dio un ultimátum para que todos los turistas salieran del país, ya que a partir de ese momento eran considerados objetivos terroristas. No queremos detenernos en el Cairo, que circunvalamos dirigiéndonos al puerto de Damieta  en el norte.




Transitar por esta ciudad de más de veinte millones de personas es un barullo ensordecedor de cláxones, donde los coches, motos y carros de tiro, buscan su hueco sin orden ni concierto.




Conforme nos separamos de la ciudad crecen las montañas de basura en arrabales miserables, hasta formar murallones de desechos sobre las orillas de los distintos canales en los que se convierte el Nilo.




En estos pestilentes canales nos asombra ver a las mujeres lavando la ropa o los enseres de cocina.




Mientras esperamos la salida del barco en Damieta nos acercamos al Mediterráneo, en la playa cercana de Ras el Barr.







 Sus coloridos barcos dan un toque de color a este puerto pesquero.




El tres de Marzo dejamos el camión en el puerto de Damieta, ya que en el roro solo pueden ir los vehículos. Al día siguiente salimos todos los choferes de los camiones en dos autobuses hacia el aeropuerto de Alejandría para volar a Iskenderun en Turquía.

El costo de los pasajes fue el siguiente: flete del camión 500 €, aduana, puerto y agente 567 €  y nuestro traslado al aeropuerto y los billetes de avión 458 €.




Mapa del recorrido.
















Filopensamientos y otras cosas…………

África quedara para siempre en nuestro recuerdo……….

Sus selvas y sus desiertos:







Sus animales:







Sus gentes:







Y muy especialmente el tiempo pasado en la misión.







Dejamos África después de dos años y medio, un poco más viejos pero también un poco más sabios.



sábado, 1 de marzo de 2014

Egipto, la ruta de los oasis.



Seguimos  esperando la barcaza que traerá el camión y mientras tanto nos dedicamos a conocer las joyas que esta ciudad esconde.
El templo de File fue rescatado de las aguas por la Unesco, cuando se hizo la presa de Asuán. Su traslado se realizo entre 1.972 y 1.980.




File permite imaginarse un templo, tal y como debió de ser en la época de los faraones. El ambiente es absolutamente extraordinario.







Históricamente, este templo del siglo III a.c. fue una pieza fundamental. En él se veneraba a Isis, madre del universo y esposa de Osiris.







Dentro de este gran recinto también se encuentra el templete de Trajano, que cumplió las funciones de lugar de descanso y de embarcadero.




Curiosamente los capiteles están a la altura de dos tercios de las columnas.




Este extraordinario templo fue reubicado en una pequeña isla sobre las aguas del Nilo dándole un encanto adicional.




Dada la situación tan convulsa que padece en la actualidad Egipto, el ejército y la policía, tienen literalmente tomadas las calles.
Cerca del hotel se encuentra la monumental iglesia ortodoxa de Asuán y fue sorprendente encontrar dentro de su recinto una tanqueta militar como protección.







En el centro de la ciudad se yergue la gran mezquita y aunque veces son muy estrictos prohibiendo el paso a los infieles, en este caso con una propina tuvimos libre acceso.







El museo nubio es una visita obligada, uno de los más modernos y con mejor museografía de Egipto.




El exterior destaca por sus jardines con vestigios islámicos, grutas, casas nubias, mausoleos….







En la prehistoria los nubios eran cazadores, y elefantes y leones poblaban su territorio, como lo demuestran las pinturas rupestres halladas en sus cuevas.




También se encontraron enterramientos con restos humanos fosilizados.




De la época faraónica son muchas las momias que se conservan.




El Old Cataract es uno de esos legendarios hoteles que bien merecen una visita. Agatha Christie escribió en él su novela “Muerte en el Nilo”, mientras acompañaba a su marido que era arqueólogo.







Veinticinco días nos ha costado entrar en Egipto, desde que llegamos a Wadi Alfa hasta que recogemos por fin el camión en el puerto de Asuán.




Una esperpéntica y disparatada manera de entrar a este país, navegando por un lago artificial rodeado de desierto, teniendo una carretera terminada hace más de tres años.




Hemos decidido seguir la ruta de los oasis, apartándonos de la ruta turística junto al Nilo, nos despedimos del él después de unos cuantos meses y varios miles de kilómetros juntos.




La primera noche aparcamos junto a un cafetín en pleno desierto. Fuimos los únicos clientes.




Con rumbo norte llegamos a la altura de Luxor por la carretera del desierto, tomando después rumbo oeste.




La carretera está cortada por controles policiales que nos vamos encontrando varias veces a lo largo del día. Solo quieren controlar nuestra ruta por seguridad.



A unos 450 Km. de Asuán llegamos a la fortaleza de el-Ghueita.




Fue construida alrededor de un templo tolemaico de la XXVII dinastía, dedicado al dios Amón.







Algunos de los grabados y  frescos se conservan en muy buen estado.




En el interior del kasar se apiñan las casas, al fondo quedan los restos de un templo romano.




Desde las murallas contemplamos el pequeño oasis.




Siempre con rumbo oeste, la carretera nos va introduciendo en el desierto Líbico .Por un lado nos gusta la comodidad del asfalto  pero por otro nos da pena que esta raya negra haya terminado con ese punto de aventura e incertidumbre que suponía llegar a lugares tan remotos por interminables, polvorientas y sufridas pistas.




Al pasar por Mut decidimos visitar su casco antiguo, muy recomendado por la guía, pero no merecía la pena. Se encuentra en un estado ruinoso y sucio, rodeado por modernas casas de hormigón.







Todos estos pueblos están integrados en el llamado “Nuevo valle”, conformado por múltiples oasis, que se extienden a lo largo de más de 600 kilómetros en pleno desierto Líbico.







Después de tantos kilómetros de naturaleza muerta, dominada por las arenas, es fuerte el contraste que nos brindan estos verdes cultivos.




Dentro del oasis de Dakhla se encuentra su famoso Kasar.




Aunque está construido sobre ruinas romanas, este pueblo islámico data del siglo XII. Su edificio más relevante es el minarete de la antigua mezquita.







Este kasar está siendo rehabilitado y un paseo por sus intrincadas y estrechas callejuelas, muchas de ellas cubiertas, te hacen retroceder en el tiempo e imaginarte como seria la vida en estos pueblos fortalezas, que se cerraban al anochecer por múltiples puertas.







En el corazón del kasar se encuentra la antigua madrasa, utilizada como escuela coránica y como lugar de reunión.




Algunas de las casas están adornadas con un dintel de madera de acacia sobre la puerta de entrada, de más de 500 años de antigüedad. Llevan inscripciones de versículos del Corán, así como el nombre del propietario y el sello del carpintero.




La carretera zigzaguea buscando el paso entre montañas y dunas.







Trescientos kilómetros después llegábamos al oasis de Farafra.




Mapas del recorrido.








Filopensamientos y otras cosas…………………………….


 Por fin libres de policía, aduana, burócratas, e intermediarios corruptos, nos sentimos eufóricos al reanudar nuestro viaje, lejos de los peligros de las ciudades, adentrándonos hacia un territorio ignorado que se abre ante nosotros.

Esa primera noche en el desierto sentíamos algo parecido  a aquello que el explorador Richard Burton explicaba en su diario cuando hablaba de un viaje a tierras desconocidas: “Al librarse con poderoso esfuerzo de los grilletes de la costumbre, del peso plúmbeo de la rutina, de la capa de muchas preocupaciones y la esclavitud del hogar, el hombre se siente nuevamente feliz. La sangre fluye con la rápida circulación de la infancia……De nuevo amanece la mañana de la vida.”