domingo, 27 de octubre de 2013

Kenia, por los desiertos del norte.



El norte de Kenia es una región remota y poco habitada, una de las últimas grandes zonas salvajes de África.





En un paisaje desértico, cubierto de matorral y rocas, viven algunas de las tribus de pastores más carismáticas del este del continente.





Dejamos el pueblo de Merille y por la pista de tierra roja cruzamos el desierto de Kaisut.





Encontrándonos a nuestro paso grandes manadas de camellos.





El agua es un bien muy escaso y a veces, según las épocas, las mujeres utilizan muchas horas del día para abastecerse de ella, recorriendo grandes distancias.





A estas tres mujeres las recogimos con el camión y nos contaron que todos los días tardaban cuatro horas en su recorrido a por agua. Ese día les ahorramos dos.





Casi dos días nos lleva hacer los 120 km. de pista hasta Marsabit, esta es la población más importante del norte y se asienta en un macizo montañoso a 1.700 metros. Parece un oasis de aire fresco y húmedo en medio de la sequedad del desierto.





Esta población es una pequeña torre de babel pues en ella habitan somalíes, rendille, samburu, turkana, borana, gabbra……





Continuando hacia el norte, la pista se vuelve cada vez más dura. La ondulación es tan severa y los baches tan profundos que nos impiden ir a una velocidad razonable (50 km/hora) para poder contrarrestar las vibraciones.





Tenemos que bajar la velocidad hasta el punto de ir en primera. Nos podríamos bajar del camión e ir andando a su lado. Un buen ejercicio para practicar la paciencia, tan necesaria para viajar por África.





La vista se nos pierde en la lejanía dominada por la aridez del entorno, aunque también aquí la vida ha encontrado su manera de subsistir.





Después de todo un día hemos hecho 50 kilómetros (hay que tener en cuenta que el camión pesa 11 toneladas, su suspensión es mucho más dura que un todo terreno y la agilidad del cambio de marchas y frenado mucho más lenta). Llegamos a la pequeña aldea gabbra de Bubisa.





Los gabbra es un pueblo nómada de pastores que ha sabido adaptarse a la severidad y austeridad de estas yermas tierras.









Aquella noche se levanto una gran  tormenta de arena. Hacía mucho calor y todas las ventanas del camión estaban abiertas. Cuando nos despertamos de madrugada la cama, la mesa, el suelo todo estaba cubierto por una capa de polvo.













Por la mañana nos enteramos que Bubisa significa  lugar de mucho viento. Los gabbra para protegerse de esta climatología adversa han elegido como sitio para asentarse la ladera de una colina protegidos con pedrizas del viento predominante.





Sus chozas están construidas sobre un entramado de ramas y cubierta de telas, esteras, plásticos, pieles, etcétera, dándole el aspecto de un colorido iglú.









El interior es muy espacioso y permite estar de pie cómodamente, siendo muy confortable y sorprendentemente no entra polvo.





Otras telas cubren las paredes a modo de decoración. La estancia está dividida en dos, la entrada donde se hace el fuego y la vida y el interior donde están los jergones.





No esperábamos ver en este país, a esta latitud tan próxima al ecuador, tal cantidad de manadas de camellos.





De vez en cuando, en esta vasto y yermo espacio, surge un pequeño pastor con su rebaño de cabras.





Compartiendo los escasos recursos con estos antílopes que han sabido adaptarse al desierto.





Cruzando el desierto de Dida Galgalu solo nos encontramos con este camión que nos adelanta.





Cerca de la frontera con Etiopia encontramos los primeros boranas, que identificamos por la decoración exterior de sus chozas.









Lo que parecía una piedra en el camino resulto ser una tortuga.





Después de seis días y 350 kilómetros para cruzar estos desiertos llegamos a Moyale, la frontera con Etiopia.





Internándonos por sus sucias y transitadas calles, buscamos el mercado, único lugar posible para cambiar la moneda de Kenia por la de Etiopia.





A la mañana siguiente cruzamos la frontera. Los trámites en el lado keniata fueron rápidos y sin problemas y en el etíope encontramos las oficinas cerradas, era la hora de la comida que los sábados es de 11:30 a 2:30. Después todo se resolvió sin mayor contratiempo, aunque fueron los únicos en todo el viaje que comprobaron el número de chasis en el camión.





Los boranas, como la mayoría de los pueblos africanos, no entienden de fronteras ya que su existencia es anterior a los límites fronterizos.





De nuevo, a este lado de África nos llaman la atención los termiteros por su elevada altura, dominando el paisaje de la sabana.





Unos 80 km al norte de la frontera nos encontramos con los pozos cantarines de los boranas.





Reciben este nombre por la costumbre de cantar los hombres en grupo mientras  sacan cubos de agua del fondo del pozo.





En este pozo eran nueve los hombres que colocados escalonadamente subían, pasándose de unos a otros, los medios bidones con agua.





Ellos llenaban una balsa intermedia.





De esta los más jóvenes, mujeres y hombres, volvían a elevar el agua hasta el abrevadero para el ganado.





Todos los días del año, sobre las seis y media de la mañana, se lleva a cabo este pesado trabajo, que acompasan con sus monótonas y repetitivas canciones.









Unas horas después los rebaños de vacas llegan a las proximidades del pozo, donde se ordenan para bajar a abrevar.





De la superficie los animales descienden por una larga rampa hasta donde está situado el abrevadero.









Desde la frontera con Kenia la carretera asciende hacia las tierras altas etíopes, situándonos por encima de los 1500 m. de altitud, refrescando el ambiente con unas suaves y agradables temperaturas entre los 20º y 30º.





En Yabelo dejamos la carretera nacional que sube hacia el norte, desviándonos por una pista que nos llevara a Konso.





No siempre es posible hacer un poco de ejercicio por la naturaleza (no nos fiamos de dejar solo el camión, la vegetación es muy tupida y no nos deja pasar, hace mucho calor……), pero procuramos que así sea.









La pista discurre por un entorno de gran belleza cruzando de vez en cuando pequeñas aldeas y salpicado el camino de continuos rebaños.









En toda Etiopia y sobre todo en el sur, el uso de armas está generalizado debido a los continuos robos de ganado que se producen entre las distintas tribus. Este hombre que cogimos por la carretera portaba un viejo fusil tipo máuser de más de cien años.





Llegamos a Konso el día de mercado y como siempre dimos una vuelta por el.











Mapas del recorrido














Filopensamientos y otras cosas………

Kenia posee una increíble variedad de hábitat naturales, entre los que se incluyen desde bosques tropicales y desiertos a hermosas playas de arena blanca y sabanas infinitas. Un gran país para visitar y descubrir a los más de cuarenta grupos étnicos que lo habitan.

Todo ello rodeado de gentes amables y respetuosas con el viajero, que en todo momento te hacen sentir seguro. Especialmente en su capital, Nairobi, a pesar de haber tenido la desagradable experiencia de llegar a ella en el momento del brutal atentado terrorista.