domingo, 30 de diciembre de 2012

Entre Mozambique y Tanzania



Dejamos Mocimboa da Praia y seguimos hacia la frontera con Tanzania de la que nos separan unos cien kilómetros.





Nuestra última incursión a la costa de Mozambique la hacemos a la altura de Cabo Delgado.





Una estrecha pista muy encajonada entre arboles que nos hace echar mano del hacha para cortar algunas ramas que nos impiden el paso.











Aunque nos costó llegar, el lugar era de una belleza salvaje, donde todavía el hombre no ha tenido medios para modificarla.








Unas cuantas chozas diseminadas por la playa forman un pequeño asentamiento, donde diez o doce familias viven de lo que pueden sacarle a este mar.











A las cuatro y media de la mañana el horizonte se ilumina coloreando el amanecer de un nuevo día. Las mujeres comienzan a mariscar.





El pescado se seca como único medio de conservación para después comerciar con él en la ciudad.








En esta aldea conocimos a un pescador, su mujer y sus diez hijos, de los cuales ocho eran gemelos. Solamente el mayor podía estudiar, viviendo con sus abuelos en el pueblo de Palma.








El kayak, que llevábamos desde España instalado en la baca, solamente lo habíamos utilizado en dos ocasiones, pues no ha sido fácil encontrar playas o bahías protegidas para echarlo al agua. Ha llegado el momento de darle mejor utilidad.








Seguro que esta familia es capaz de rentabilizar este regalo después de disfrutarlo todos los pequeños por unos días.








Al día siguiente  salimos hacia la frontera con Tanzania delimitada por el cauce del río Rovuma y después de 50 km. de una pista mala y poco transitada, llegamos a la barrera de control.









Allí, con mucha guasa, nos dice la policía que el puente ni esta ni se le espera y que estando al final de la época seca, con el poco caudal del río  el transbordador no puede cargar con el camión. Nos toca darnos la vuelta y dirigirnos hacia el oeste la friolera de 400 kilómetros.








De estos 400 km. solo 100 están asfaltados y nos cuesta dos días llegar a la nueva frontera, pasando por unos pasajes y aldeas muy pobres y aisladas, rodeadas de una naturaleza hostil y despiadada.








Yendo por esta infame pista aparece una nueva carreta perfectamente asfaltada y pintada. Solo es una ilusión de 5 km. a cada lado de la frontera, para que quedara bonito, el día que vinieron a inaugurar el puente los presidentes de Mozambique y Tanzania.





Los trámites aduaneros los cumplimentamos sin mayor contratiempo.  Una vez pasados los 5 Km. en el lado tanzano, de nuevo el asfalto desaparece.








En este lado la pista esta mejor conservada y son solo 70 km.








Dos días más tarde llegamos a Lindi de nuevo en la costa del Índico, donde conocimos a una pareja encantadora con sus hijos. Holder alemán y Angela colombiana llevan un año y medio en el pueblo, donde él trabaja como pediatra.






Algunas tardes el cielo se cubre de negros nubarrones que dan paso a unas cortas pero torrenciales lluvias.






Después de 190 km. dirección norte llegamos al tranquilo pueblo de Kilwa Masoko, donde contratamos los servicios del guía y del barco para visitar la isla de Kilwa Kisiwani.




En la actualidad esta isla es un tranquilo pueblo de pescadores, pero en su apogeo fue residencia de sultanes y centro de una extensa red de comercio que unía los viejos imperios shonas y los campos de oro de Zimbabue con Persia, India y China.






El famoso viajero y cronista del mundo antiguo Ibn Battuta visitó Kilwa a principios del siglo XIV y resaltó su buena construcción de una belleza excepcional.  





                            

La Gran Mezquita que data del siglo XIII, destaca por su patio de columnas y por su elegante techo abovedado. En su día fue la mezquita más grande de la costa oeste africana.





Cerca de esta se encuentran las ruinas de otras mezquitas, el cementerio y casas particulares de aquella época.











Al oeste de estas construcciones se encuentran los restos del Makutani, un recinto amurallado de mediados del siglo XVIII, en cuyo centro vivían algunos sultanes de Kilwa, rodeado de césped con buenas vistas al mar. En la actualidad se encuentra en proceso de restauración.








Al terminar la visita, la marea estaba tan baja, que tuvimos que remangarnos para llegar al bote.





Continuamos hacia Dar es Salam por una carretera en fase de construcción desde hace años, como le ocurre a la mayoría de las principales rutas africanas.








Con una población de casi tres millones de habitantes y el segundo puerto más importante de África oriental, Dar es Salam es el mayor centro urbano y la capital de Tanzania en todo salvo en el nombre (Dodoma es la capital parlamentaria).





Nos quedamos al norte de la ciudad en un campamento a la orilla del mar.





Para nuestra sorpresa, resulto ser una zona muy peligrosa y los guardas no nos dejaban ni pasear por la playa fuera de los límites del campamento.





En las instalaciones del alemán Eckhard, dejamos el camión para irnos a España a pasar las navidades. Lugar que recomendamos a todo el viajero que necesite reparar o dejar su vehículo, por la seriedad, seguridad, buen precio y excelente trato.






   Mapas del recorrido










Filopensamientos y otras cosas……….


Si en Botsuana los precios de los parques eran prohibitivos para nuestra economía, en Tanzania son todavía más caros.

El parque de Selous, en el corazón del sureste tanzano, es el área protegida más grande de este país, con una superficie de 48.000 km2. Y aunque está alejado de los circuitos turísticos y no recibe muchos visitantes, no por ello tiene precios más asequibles.

La entrada por persona y día es de 50 $, a los que hay que sumarle 25$ por la tarifa de conservación, más 20$ por acampada, más otros 20$ por el guarda y 10$ más por el guía. Un vehículo normal paga además 40$, pero un camión sube hasta los 300$.

Si queremos visitar el parque, dos días, que sería el tiempo mínimo, la cuenta ascendería para nosotros a 1.100$.