lunes, 23 de julio de 2012

Republica Democrática del Congo, dura, fatigosa y cruel.



La noche se nos echo encima después de abandonar la Republica del Congo y nos vimos obligados a parar en tierra de nadie. El mal estado de la pista no permitía ni siquiera orillarse, así que sobre ella pasamos la noche gracias a que el trafico también era inexistente.





A la mañana siguiente llegamos a la barrera de entrada de la Republica Democrática del Congo.



La barrera cerrada con un candado nos obligo a dejar el camión y andando fuimos a buscar a las autoridades en el pueblo cercano.



Este camión era el único vehículo a motor que recorre las apartadas aldeas,  donado por la Comunidad Europea para transportar los alimentos que en ellas se producen.



La época de lluvias ha pasado dejando la pista en un lamentable estado.






Luozi a 65 km. de la frontera es el primer pueblo importante donde hicimos los tramites con aduanas.



En la misión católica nos quedamos a pasar la noche y por la mañana nos reímos con las mujeres en el mercado.









De tantas sacudidas que habíamos dado por la pista rompimos los anclajes de la chimenea, seguramente nos habían instalado la versión autopista.



Habíamos llegado a este pueblo para cruzar en el trasbordador el rio Congo, ya que es el único sitio de paso para nosotros, pues con el visado que habíamos obtenido en Gabón no nos dejaba hacerlo por Brazzaville.












Tuvimos que esperar al transbordador porque como ocurre en África solo funciona cuando tiene clientes. Cuando lo vimos llegar nos quedamos muertos, no era posible que aquello soportara el camión.



Las primeras en subir son las motos y las bicicletas.



La maniobra de subida fue todo un poema, teniendo que adaptar las dos vigas a la anchura del camión.









Alrededor del camión, aprovechando los huecos que deja libre, se acomoda el pasaje entretenido por la atracción del día.









Cuando íbamos a mitad del rio dimos la vuelta, no nos lo podíamos creer, iban a recoger otro vehículo.



Dios existe, el milagro se ha producido y llegamos sanos y salvos a la otra orilla.






A este lado del rio como está más habitado la pista se encuentra en mejor estado.









Volvemos a ver los techos de paja lo que demuestra el estado de pobreza del país.






Todo el mundo nos alerta sobre los robos que es práctica habitual y nuestro camión llama mucho la atención en estas aldeas donde no existe el turismo. La primera noche buscamos cobijo en un pequeño poblado bajo la protección de su jefe.









Los viajeros muchas veces nos vemos en situaciones difíciles, muchas incomodidades e incertidumbres, pero el encontrarnos en estos inmensos espacios del corazón de África nos compensa con creces.






En estas aldeas la alimentación es muy básica, basada sobre todo en el ñame. Para nosotros es difícil encontrar hortalizas tan elementales como patatas o tomates. Sus mercados son escasos y pobres.



Los niños siempre salen a nuestro encuentro.



Unos cien kilómetros después de cruzar el rio llegamos al asfalto. Esa misma noche a Evaristo le sube la temperatura exageradamente y empezamos a temer por la malaria. A primera hora de la mañana se encontraba bien y nos fuimos directamente a Matadi a 120 km. a buscar un hospital.









Nada más entrar en Matadi vimos un hospital chino, donde le diagnosticaron malaria y tifus. Empezando inmediatamente el tratamiento de cinco días.






El convento de esta ciudad ofrece refugio a los pocos viajeros que pasamos por aquí. Allí nos encontramos a los que esperaban al cónsul de Angola para intentar conseguir el visado (ya llevaban 15 días).






La enfermedad de Evaristo, el problema con el visado de Angola, la posible intervención de la madre de Ana y los diez kilos que ella había perdido, nos sedujeron a hacer un paréntesis de un mes en España.

Así que dejamos Matadi y nos dirigimos a Kinshasa, la capital.






La única carretera asfaltada que tiene este país son los 350 km. que separan estas dos poblaciones. Aunque en ningún caso pudimos sobrepasar los 70 km/h por su mal estado, si que tuvimos que pagar 50 dólares de peaje.









Como hay muy pocos vehículos todo el mundo utiliza los camiones para trasladarse de una población a otra.






La entrada de Kinshasa donde viven diez millones de habitantes.









Por mediación de un contacto en España encontramos un lugar seguro para el camión.



        Mapas del recorrido






Filopensamientos y otras cosas………

Siempre, en todos los grandes viajes y en los libros que quieres escribir, hay una hora en que tu sentido común y tu corazón te aconsejan retirarte, cuando nada se parece a lo que has imaginado ni a lo que han dicho o has leído, y también cuando tu propio sueño se desmorona ante la realidad de tu poco valor y tu escaso talento. Incluso cuando te das cuenta de que nada es seguro y que puedes encontrarte de bruces con lo que no imaginas. Pero es ese el momento en el que debes vencer y en el que debes decirte que hay que seguir, porque luego comprendes que se trata del mejor instante de tu vida. ( Vagabundo en África de Javier Reverte)