lunes, 21 de mayo de 2012

De Yaundé a Krivi (Camerún)



Después de dejar el territorio bamilenké seguimos bajando hacia la costa norte próximos al monte Camerún.

Para pasar la noche siempre buscamos una aldea, un colegio, la soledad de un camino poco transitado o como en este caso una misión católica.


Antes de llegar al mar se suceden las plantaciones de plátanos, cacao, caucho o como en la foto de palmeras para aceite de palma.



A las faldas del Monte Camerún de 4100 metros esta el cabo Debundsha.



Donde hicimos una excursión a pie de cuatro horas hacia su lago-cráter.

El microclima que forma el monte Camerún con esta zona costera dan lugar a la selva mas lluviosa del mundo después de la del Chocó en Colombia.





La senda discurre próxima a la costa.



Pasando junto al faro que construyeron los alemanes en el siglo XIX.



Algunos árboles son de unas proporciones gigantescas como la de este iroco.



Después de dos horas de marcha, por un terreno resbaladizo a causa de la humedad y el barro, llegamos a este bonito lago-cráter con la vista del monte Camerún al fondo.



Aquella noche nos pareció que este solitario palmeral junto al mar podía ser un lugar seguro.














Las playas solitarias son nuestra debilidad. Donde hacer deporte, pasear, bañarnos…..






Siguiendo la costa hacia Duala nos quedamos unos días atrapados por la belleza de esta playa próxima a Limbe.



Por la mañana este caballo recorría la playa y le encantaba que le rascáramos el cuello.



Después de estas cortas vacaciones nos vamos dirección a la capital, Yaundé a unos 270 kilómetros de buena carretera, donde queremos hacer el visado de Gabón y los dos Congos.

Las entradas a estas capitales africanas siempre son caóticas.





















Aunque después el centro mucho más moderno se circula mejor por buenas avenidas.






Como celebración de que ya teníamos el visado para Gabón aprovechamos las boulangeries de la capital y con baguettes aunque no con rosquillas, preparamos una buena ensaladilla y con las últimas anchoas unas deliciosas marineras a la africana.



Los visados de los dos Congos no pudimos conseguirlos aquí, aunque si la información de que en Gabón podríamos hacerlos con más facilidad, así que dejamos la capital con su ajetreo en dirección a Krivi. En el camino pasamos la noche al lado de la casa de esta familia.



Esta mujer que ha criado 14 hijos todos los días sigue yendo a trabajar a su huerto con los más pequeños, donde cultiva lo más imprescindible para su subsistencia.






Su casa está en las dependencias de la pequeña escuela de la que también se hacían cargo.



No sabemos si fue en el huerto, en la casa o con el perro, el caso es que nos infectamos de pulgas y nos costó varios días deshacernos de ellas.






Todos los días tenemos motivos para pensar que el principal peligro de África está en la carretera.



En Ebolowa dejamos la carretera nacional y por una pista de 160 kilómetros nos dirigimos a Krivi ya que nos la habían recomendado por sus interesantes playas y para visitar en el interior de la selva a los pigmeos.



La primera noche paramos junto a la iglesia de esta pequeña aldea.















Las casas están construidas sobre una base entrelazada de troncos de palma rellenos de barro y en los tejados se ha perdido la tradicional cobertura de hojas de palma por las planchas onduladas de cinc.

























La vegetación es tan exuberante que en algunas zonas forma un túnel que cubre la pista sobre todo con las cañas de bambú y con la altura del camion vamos abriendo las ramas.





















Los puentes se suceden continuamente y aunque ya no nos preocupan  tanto  algunos sí que nos dan trabajo.




































Dos después llegamos al pueblo de Krivi, situado en la desembocadura del rio Lobé y con unas bonitas playas.

Allí nos encontramos un grupo de españoles que en un viaje organizado por Atar Expedición y en cinco todoterrenos,  hacían la travesía de España a Sudáfrica en cuatro meses y allí embarcaban los coches de vuelta. Con ellos intercambiamos unos chorizos por un rioja.



Hemos venido hasta aquí para remontar en piragua el rio Lomé que nos llevara hasta los campamentos de los pigmeos.





El recorrido por el rio en la quietud de la mañana oyendo los sonidos de la selva que nos rodea ya merece por si solo el haber llegado hasta aquí.




























El campamento pigmeo era el asentamiento de una familia con sus tradicionales y sencillas construcciones.














































La cabra siempre tira al monte y nosotros siempre terminamos junto al Atlántico.






Y esta vez teníamos un hotelito en primera línea de playa para nosotros solos.






















Con esta puesta de sol nos despedimos de las playas de Camerún.























La única incidencia que tuvimos al regresar por la pista fue un pequeño susto al partirse una de las traviesas del puente cuando lo cruzábamos y dio la casualidad que captamos el momento.


























Una magnifica carretera con muy poco transito nos conduce a la frontera con Gabón.







         Mapas del recorrido




Filopensamientos y otras cosas……

Qué duda cabe que las guías son de ayuda para visitar un país. Nosotros procuramos leer entre líneas y escoger con cuidado esos lugares tan recomendados sin seguirlas al pie de la letra. Pero esta vez con los pigmeos nos lanzamos sin paracaídas y descubrimos que esa fantástica publicidad que las guías les han proporcionado los van a exterminar.

Sus mentes no están preparadas para combatir el vicio que tan fácilmente les llega desde fuera y todo los que los visitamos estamos contribuyendo a su deterioro.

Nuestro guía sin contar con nosotros llego al campamento repartiendo bolsas de plástico con ginebra. Era el pago por las fotos de unos turistas. A esa hora tan temprana ya eran muchos los que estaban borrachos.

Fue lo más deprimente de nuestro paso por Camerún.