lunes, 20 de febrero de 2012

Burkina Faso (La tierra de los hombres íntegros)

  Estamos en tierra de nadie después de salir de  Mali.


 El sahel es la zona que bordea al desierto y aunque tiene algo más de vegetación, sus tierras son secas y áridas y los pozos su única fuente de vida.


 Algunas veces el agua esta tan profunda que tienen que recurrir a los animales para sacarla, como en este caso que se encontraba a cien metros de profundidad. Los camellos y los burros tenían unas marcas en el suelo con la distancia a recorrer.








Unos kilómetros después llegamos a la frontera de Burkina Faso.



Desde el País Dogon en Mali hasta encontrar el asfalto ya en Burkina recorremos más de doscientos kilómetros de pista.



Como tenemos que recoger a nuestra amiga Ines vamos directamente a Ouagadougou, la capital.



Nos alojamos en el recinto de la catedral en una casa de acogida de las hermanas Lauriers.



Salimos hacia el norte con la idea de llegar a cenar a Kongosi.

Nos habían hablado del descubrimiento de oro en la zona y nuestra sorpresa fue que antes de llegar encontramos una de las muchas y pequeñas explotaciones de oro, que como siempre son las mujeres las que lo trabajan. Con unos medios escasos y rudimentarios, lavan una pequeñísima porción de tierra de la que logran extraer con mucho trabajo, unas insignificantes pepitas que casi no logramos distinguir.









A esta ciudad íbamos a conocer un proyecto financiado por  Wend Be Ne Do y la Fundación Tienda asilo de San Pedro, que dirige el padre Aurelio de nuestro querido pueblo de Perin. (Aquí nació el viajero coautor de este blog)



La hermana Suzanne es la encargada de llevar a cabo el proyecto sobre el sida que se realiza en la comarca de Kongusi. Con ella visitamos algunas de las aldeas donde residían sus enfermos.






Al ir con una persona de allí, tan querida y respetada, nos  permitió conocer muy de cerca los entresijos de esta dura enfermedad que asola África, que divide a las familias, repudiando a los afectados. Esto conlleva la dificultad de las pruebas de diagnostico así como del tratamiento, ya que todo se tiene que hacer sin levantar sospechas. En una de las casas que visitamos la hija que era monja no sabia que su madre estaba en tratamiento.




 



 


 


Queríamos dejar nuestras bicicletas a alguien que verdaderamente le hiciera falta y al comentarnos Suzanne que había mujeres que tenían que hacer muchos kilómetros para recoger su medicación decidimos que ella era la persona más adecuada para darlas.



Terminamos la visita a Kongosi invitando a Suzanne a una paella en nuestro camión.



Al día siguiente  partimos hacia el sur pasando esta vez por Kaya y conociendo las últimas aldeas del norte.













De nuevo pasamos por Ouaga donde teníamos que recoger los pasaportes con el visado de Ghana, pero este lunes es fiesta, así que seguimos sin ellos. Hicimos algunas compras y salimos hacia el suroeste. Dos días de carretera  nos llevaran a las aldeas Loby.


 

Por el camino el alisio del desierto, el harmattan, nos sorprende por la polvareda que levanta dificultando enormemente la visión.







El país Loby se ha caracterizado a lo largo de su existencia por ser un pueblo muy belicoso y por lo tanto no dado abrirse a extraños y mucho menos a los turistas. Como no queríamos contratar un guía que nos llevara a conocer la casa preparada para la foto, buscamos una pista secundaria, apartada de los circuitos más conocidos. Llegamos a uno de sus diseminados poblados donde buscamos al jefe del pueblo para que nos autorizara quedarnos con el camión varios días allí.



Este pueblo tan guerrero construye sus casas de planta baja y tejado plano con barro apelmazado como adobe, hasta formar gruesos y resistentes muros, capaz de resistir cualquier ataque, como autenticas fortalezas llamadas sakulas. Todo el recinto exterior está totalmente cerrado, sin ventanas y una sola puerta estrecha y baja.







El interior está compuesto de una serie de estancias, sin ninguna simetría, enlazadas unas con otras, que se caracterizan por lo bajo que esta el techo, ennegrecidas por el hollín, en una obscuridad casi absoluta aunque la mayoría tienen una pequeña salida a la terraza.










Ellos no tienen necesidad de ningún mueble, el único elemento que nos llama la atención son las piezas de cerámica que constituyen el ajuar de cualquiera de las mujeres de la casa. Como ellos son polígamos puede haber varias y cada una tiene su habitación.





Los tejados son utilizados en la estación seca y calurosa, tanto para cocinar como para dormir.







Frente a la entrada de la casa dos elementos nos llaman poderosamente la atención. Uno de ellos es la tumba familiar donde permanecen incrustados aperos de labranza o cacharos de cocina que pertenecieron a los difuntos.





La otra es lo que ellos llaman el guardián o centinela, donde acumulan conchas cauris, calaveras de animales o cualquier otro objeto simbólico, conformando un fetiche protector que en caso de peligro alertaría a los moradores de la casa.






Con ellos pudimos pasar varios días que nos permitieron acceder a su vida cotidiana.











Igual que nos dejaron visitar sus casas nosotros los invitamos a conocer la nuestra, ya que para ellos era todo un misterio.



Recorrido por Burkina Faso



Filopensamientos y otras cosas

Desde febrero hasta junio los vientos calientes, secos y polvorientos del harmattan soplan desde el este, llevando consigo la polvareda del Sahara, elevando las temperaturas

El Sahara genera aproximadamente 300 millones de toneladas de polvo al año (el 60% de la producción total mundial), y gran parte recorre África desde las orillas del Mar Rojo a las costas del Atlántico a lomos del harmattan.